A L.·. G.·. D.·. G.·. A.·. D.·. U.·.
Q.·. H.·. Hugo C.·.,
En el mismo instante en que pasastes de esta vida a la otra, fuiste impulsado por una fuerza increíble hacia el infinito. Con el rostro contraído por tamaña fuerza, pensaste un instante que este sería un viaje sin fin; mientras tanto volabas, volabas, volabas……….. Pronto empezaste a flotar, ingrávido en un espacio sin fin, sin límites y te diste cuenta que esa enorme fuerza que hacia allá te impulsaba, te había abandonado.
– ¿Qué será de mi? Pensaste; cuando divisaste, casi frente a ti, un gran templo, de un color indefinido, grandioso; sus tonos iban desde un azul pálido a un blanco purísimo y radiante, desconocido; árboles y flores lo rodeaban por doquier; lagos y cascadas completaban el paisaje que llenaba tu vista hasta el infinito. Creías estar en la Grecia antigua con sus templos, sus parques y su belleza. Creiste estar en ese ambiente que inspiró a Homero, Sócrates, Aristóteles o Platón, en aquella y lejana Atenas.- Sentiste una paz que poco a poco te invadía los sentidos. Tu, hombre acostumbrado a las fatigas de la vida terrena, te diste cuenta de que a pesar de la infinita distancia recorrida, estabas descansado, relajado. Ya no sentías el enorme peso de aquel cuerpo tuyo, aquel que dejaste allá desde donde partiste, conocedor de lo que es materia y antimateria …………. y dijiste : soy espíritu.
Te preocupaba aquel templo. ¿que hacer? ¿tocaré a sus puertas? Que sentencia me espera ahí dentro? ¿qué juez enfrentaré que juzgue mis debilidades? Pero tú, hombre de temple y de templos, no permitirías que la duda y el temor te acobardasen.- Y llegaste a su puerta, de una madera jamás vista en el mundo que dejaste, hecha con las sábias manos de ¿quien sabe que artesanos? , con dos columnas a ambos lados de una piedra blanquísima, que según la posición en que estabas, se tornaba de un azul pálido. Observastes el resto de la construcción con la curiosidad que te caracterizaba cuando algo te interesaba en el mundo profano y aun no conocias, y pensaste: Que hermoso es todo esto. Si mis HH.·. Pudieran ver este templo… Tocaste a su puerta en la forma acostumbrada, con … golpes y esperaste un momento a que te contestaran, pero no lo hicieron. Y de pronto, esa enorme puerta comenzó a abrirse lentamente y una luz cegadora salía del interior, que te hacia parpadear y te dejaba aturdido.
Poco a poco, tus ojos mansos, se acostumbraron y entonces vislumbraste un rostro sereno, con una hermosa aureola y que con cariñosa sonrisa te hablaba quedamente:
H.·. Hugo; bienvenido…aquí estabamos esperándote…
Tu en ese momento,creiste soñar.. No es posible, afirmaste rompiendo el silencio.- ¿no es usted…? Y aquel hombre manso y sereno no te dejó hablar y te dijo: si…soy yo.- Guarda Templo de este Grande Templo. Te estabamos esperando, ya sabíamos que venías y hay una Ten.’. Especial en tu honor y muchos HH.’. esperan dentro por ti. Lo observaste todavía un instante. No tenía espada en sus manos y todo en Él irradiaba paz y sabiduria, quizas producto de ser Él, ya caminante y sabio eterno, conocedor de la palabra eterna. –
Esperad H.’., te dijo. La puerta se cerró un instante y se abrió para reaparecer de inmediato con un Man.’. en sus manos, de un blanco purísimo.
Entrad ahora, dijo esbozando una sonrisa y apretando tu brazo para darte confianza, como lo hacías conmigo cuando yo dudaba.-
Si lo que de afuera te sorprendió, la hermosura interior no la podías imaginar jamás. Ahí estabas parado entre Col.’., observando la infinidad de HH.’., sin espadas apuntándote, que te daban la luz,con sus sonrisas. Y observabas esos rostros, la mayoria conocidos, que te resultaban tan queridos. Que paz habia alli… Cuanto afecto habia entre ellos… Sentiste que el H.·. Guarda Templo posaba sus manos en tus hombros y aquel que dirigia los Trab.’. te observaba complacido y que te susurraban:
Es el G.·. A.·. D.·. U.·. Y este, dirigiéndose a ti por tu nombre, te dijo :
Q.·. H.·. Hugo, Q.·. Hijo, tus HH.·. te saludan, has ganado un asiento junto a ellos.
Hoy pasaste transitando el camino de los grandes. Recorre con la mirada esas Col.·., encontrarás a aquellos que la historia cuenta. Hoy eres Maestro de Maestros, tu misión allá, de donde vienes, ha terminado. La que aquí te espera es superior a aquella.
Como todos los que pueblan el O.·. E.·. darás luz a aquellos que dejaste; cuidarás desde aquí a tu familia y a tus HH.·. Sabemos de tus obras allá y desde aquí, con perfección las seguirás. Ahora saluda a tus HH.·. presentes, ya que tienes la palabra. Y sereno, comenzaste a decir: traigo un saludo y el aprecio de todos los HH.·. que conforman mi Tall.·….. Un silencio absoluto flotaba en tan enorme recinto, que hasta podría tocarse. Y cuan grande fue tu sorpresa, cuando empesaron a levantarse en las CCol.·. Los H.·. por ti queridos y añorados. Y todos te miraban dulcemente… En ese instante, como una revelación, te diste cuenta que el mundo supo que estuviste en su presencia…
Adios Q.·. H.·. Hugo.- adios. Allá estas ahora, junto con los que ya estaban. Se garante de paz en ese oriente tan lejano y tan cerca para nosotros todavía, pero que algun dia llegaremos. Y cuando toquemos las puertas de ese templo, estamos seguros que oiremos tu voz , dirigida al G.·. A.·. D.·. U.·., anunciando nuestra presencia afuera, y una vez dentro y en occidente, observaremos tu cálida sonrisa una vez mas….
Descansa en paz, Q.·. H.·..
Herman F.·., M.·.M.·., R.·. L.·. Razón, nº 80 (Grande Logia de La Masoneria del Uruguay)
Val.·. de Montevideo, Uruguai 26/XI/2001.